El proyecto se sitúa en un solar exento y regular, ofreciendo su fachada de acceso a la calle principal y cerrándose al norte a la Autopista Bilbao-San Sebastián. Se plantea como una sucesión de espacios cualificados por la manipulación de galerías de iluminación longitudinales que van articulando los distintos usos mediante “vacíos de luz”.

Apoyados en un cuerpo transversal de recepción vinculado a la calle, esta operación genérica se plantea de manera más concreta en los dos espacios principales: la Pista Polideportiva y la Piscina, así como en la Galería Central de Espectadores que separa ambas piezas. Así, la repetición diferenciada otorga variedad al espacio interior. La pista recibe luz de dos galerías laterales, una privada y otra pública, en tangencia con el vacío superior. Los planos de vidrio translúcidos otorgan una cualidad densa y gris a la luz metálica del Norte.

La piscina se abre longitudinalmente al este, en una progresión vertical: basa maciza de hormigón, franja translúcida de vidrio “u-glass” y franja transparente, que crean tres estratos de luz horizontales y superpuestos. La planta baja, de vestuarios se relaciona con la galería de espectadores de planta primera, generando un espacio vertical abierto a la luz horizontal de este y oeste. El edificio tiene usos diferenciados pero se muestra como una única pieza compacta en la que el muro/piel de hormigón une las pistas, amoldándose a los límites del solar y rompiéndose en el acceso público. La interacción entre las cajas de las pistas y este muro perimetral suscitan los diferentes espacios de acceso y recorrido del edificio, abriéndose longitudinalmente a la calle principal y a un patio/solarium exterior, orientado hacia el sur. Su construcción se resuelve mediante un diálogo preciso y austero entre los muros de hormigón que envuelven y la cubierta metálica que cubre los espacios acentuando el valor constructivo de los puntos de contacto con la presencia de la estructura, del material y de la luz.